Cómo podemos apoyar las labores de reciclaje

Reciclar los envases y residuos de plástico, vidrio, papel o metal permite reaprovechar los materiales y, además, ahorra agua y energía.

Dar una segunda vida a los envases y productos del día a día es un gesto sencillo que disminuye el consumo de nuevos recursos, la contaminación del aire y del agua o el gasto de energía. Producir una lata con materiales reciclados reduce un 95% la energía utilizada, mientras que fabricar papel reciclado disminuye el consumo de energía y agua en un 62% y 86%, respectivamente. El objetivo en Europa es que, para 2025, se recicle un mínimo del 65% de todos los residuos de envases. Sin embargo, reciclar no puede ser la única solución para reducir la gran cantidad de residuos que generamos.

La parte teórica del reciclaje la tenemos cada año un poco más interiorizada e integrada en nuestros hábitos diarios, aunque todavía queda mucho por hacer: el contenedor azul para papel y cartón, el amarillo para los envases, el verde para el vidrio y el orgánico en el marrón. Pero ¿qué ocurre después de echarlo al contenedor de reciclaje? Al depositar un envase en el cubo, “se pone en marcha un círculo perfecto”, explican desde Ecovidrio, la entidad sin ánimo de lucro que se encarga del reciclaje de vidrio de un solo uso en España. De una botella reciclada se puede extraer otra exactamente igual, que mantenga las propiedades originales. Y, además, se puede reciclar infinitas veces.

Este proceso se inicia cuando los envases se depositan en su correspondiente contenedor: el iglú verde. Y los datos apuntan a que en España esta parte la conocemos bien: 8 de cada 10 españoles afirman que separan siempre los envases de vidrio. Después, cientos de camiones recogen esos residuos y los llevan a una planta de reciclaje, donde se separan, se limpian y se trituran en pequeños fragmentos para después fundirlos y volver a producir envases.

El ciclo de transformación de los envases de plástico es similar, como cuentan desde Ecoembes, entidad encargada del reciclaje de envases de plástico y de papel y cartón. En el mercado, los envases reciclables se deben identificar con el símbolo del punto verde. “Los ciudadanos compramos los productos envasados y los separamos correctamente para depositarlos en su contenedor correspondiente, el amarillo en el caso de envases de plástico, latas y briks”, comentan. Después, cada ayuntamiento se encarga de recogerlos y transportarlos a las plantas de reciclaje, donde se separan según la naturaleza del material y se transforman en materia prima para fabricar nuevos productos.

La elaboración de productos a partir de elementos reciclados aporta muchos más beneficios ambientales que si se produjeran desde cero, cuentan desde Ecoembes. No solo se ahorra en nueva materia prima, sino también en agua y energía, disminuyendo la huella ambiental de fabricarlo. Para hacernos una idea, producir una lata con materiales reciclados reduce un 95% la energía utilizada, mientras que fabricar papel reciclado baja el consumo de energía y agua en un 62% y 86%, respectivamente. A esto debemos sumar que ciertos materiales, como el vidrio, pueden ser reciclados de forma ilimitada sin perder calidad, por lo que el ahorro de recursos y energía se multiplica. Así, en lugar de favorecer un modelo de consumo basado en usar y tirar, se fomenta un modelo más sostenible: la economía circular.

Reciclar es clave para reducir la gran cantidad de desechos que se producen en la actualidad, pero no debería ser nuestra primera opción. El orden de las conocidas como tres erres es importante: primero debemos reducir nuestro consumo, después reutilizar esos envases que ya hemos comprado y, luego, llegaría el turno de reciclarlos cuando ya no puedan sernos útiles de ningún modo.

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