Hidratarse mediante las frutas

Tomar melón y sandía como forma de hidratarse en verano.

Llega el calor y, con él, se redobla la importancia de mantenernos bien hidratados. En verano es muy importante vigilar este aspecto, sobre todo, en los niños y los ancianos, aunque no todo pasa por beber agua, sin más. Como suele decirse, la Naturaleza es sabia y, coincidiendo con los meses más cálidos, nos ofrece alimentos muy ricos en agua. La sandía y el melón, dos frutas típicamente veraniegas, se encuentran entre ellos: su contenido supera el 94 % y el 92 % de agua.

Y, como son ligeras y refrescantes, no solo son perfectas para el postre, sino que también pueden integrarse en el desayuno, llevarse en un táper al trabajo o a la playa o incorporarse a recetas, como las ensaladas de hoja verde en el caso del melón, o el gazpacho, en el de la sandía. En este artículo comentamos las propiedades de estas frutas y cómo acertar en su compra y conservación.

El agua es el principal componente de estas frutas, pero no el único. El melón, gran fuente de potasio (casi como el plátano), aporta vitamina C y muy pocas calorías (27 kcal en 100 g). Además, es rico en beta-caroteno (cuanto más amarilla sea su pulpa, más cantidad), que reduce el riesgo de sufrir enfermedades degenerativas y cardiovasculares y ayuda a prevenir el cáncer.

Con más agua y menos calorías todavía (tan solo 20 kcal en 100 g), la sandía contiene licopeno, un antioxidante natural que protege a las células y ayuda a prevenir distintos tipos de enfermedades, especialmente las cardíacas. También resulta interesante para las personas con diabetes, con exceso de peso y con hipertensión gracias a que sacian, a su bajo nivel de azúcar y a su contenido en citrulina, un aminoácido que propicia la buena circulación y mejora la sensibilidad a la insulina en el caso de la diabetes de tipo 2.

Acertar con la fruta que compramos es muy importante; más aún cuando se trata de una única pieza. Para evitar una apuesta a ciegas, existen trucos:

  • La clave para escoger una buena sandía está en que tiene un punto de percusión, pues hay que darle unos golpecitos con los dedos o las palmas de las manos. Si suena a hueco, será buena. Además, la superficie debe ser lisa, sin magulladuras, cicatrices o quemaduras del sol.
  • En el caso del melón, para saber si está maduro, hay que tomarlo entre las manos y presionar con suavidad la base (el lado que no estaba conectado a la mata). Si cede un poco, significa que está maduro. Aparte, conviene elegir los que no presenten marcas, sean turgentes y tengan un suave perfume dulzón. Si no desprenden esa fragancia, significa que aún les faltan unos días, por lo que debemos dejarlos madurar a temperatura ambiente. La fruta no madura en casa, así que es mejor no comprar los melones con piel muy verde: indica que se han cogido de manera prematura.

Saber cómo conservarlas es fundamental para aprovecharlas al máximo y mantener intactas sus características principales, como el sabor y la jugosidad.

  • Una sandía puede aguantar hasta dos semanas si se mantiene a 15ºC, y una semana más si la conservamos a una temperatura de entre 7ºC y 10ºC. Si está entera, su corteza le permite mantenerse en buenas condiciones durante varios días a temperatura ambiente (no al sol). Sin embargo, a pesar de su tamaño y robustez, es muy sensible al frío. Por ello, no conviene tenerla por debajo de los 7º C.
  • El melón aguanta en buen estado varios días. Si no está del todo maduro, hay que tenerlo a temperatura ambiente en un sitio fresco de la casa; y si está ya en su punto, en el frigorífico. Así y todo, cuando el melón está maduro, lo mejor es consumirlo lo antes posible, ya que se deteriora con rapidez. Para guardarlo en la nevera una vez que está abierto, conviene dejar la parte central (donde están las semillas) para retener mejor los jugos de la fruta. Y, por supuesto, resulta preciso cubrir la pulpa con papel film para evitar que desprenda o absorba olores (esto último también se aplica a la sandía).
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